Es preciso estar atento, respecto a aquellos atractivos, para valorarlos, y sopesarlos, desarrollando un criterio apropiado. Hay que cultivar la capacidad de juzgar qué es lo aparente y qué es lo real.
Por Luis Eguiguren. 20 septiembre, 2021. Publicado en El Peruano, el 18 de setiembre de 2021.Como sabemos, el atractivo del rey de los metales ha originado fiebres de oro en muchos cauces fluviales del mundo. Suele presentarse, también en el curso los ríos, un mineral que brilla con atrayente tono amarillo. Parece ser oro, puede entusiasmar a quien lo vea. Es la calcopirita: sulfuro de cobre y hierro. Tiene el atractivo del oro, parece oro, pero no lo es. Se le conoce como oro de tontos.
El problema del parecer y el ser ha admirado al ser humano siempre. Por esto, los filósofos han ido presentando formulaciones de ese problema, y se han encaminado a la búsqueda de posibles soluciones. La Filosofía no es sino el sentido común en traje de etiqueta, como expresa Oliver S. Braston, y lo ha difundido Carlos Goñi, por ejemplo, en su accesible obra: ¿Qué es eso de la Filosofía?
Inserto en el problema del ser y el parecer está el problema de lo atractivo y lo auténtico. Una concreción de ambos problemas destaca en el nacimiento de la filosofía humanística en el mundo occidental, con motivo del debate sobre la Retórica, técnica propia de la comunicación humana. La Retórica era practicada por los famosos sofistas.
En las prósperas ciudades-estado griegas de la antigüedad, la participación ciudadana importaba en la política. Los ciudadanos elegían y podían ser elegidos para regir la ciudad. Se presentó, entonces, una oportunidad: enseñar Retórica a quienes desearan ser elegidos. Oportunidad que advirtieron los sofistas. Se presentaron como maestros de Retórica: técnica de atraer al público para que se adhiera a un comunicador y su mensaje.
En esa época, aparece Sócrates, quien queda admirado por la actividad docente de los sofistas, porque ofrecen adiestrar a quienes sean sus alumnos, de manera que parezcan excelentes ante el público. La técnica de la Retórica ofrece, pues, a quienes la dominan, un aspecto deslumbrante, enormemente atractivo. Con ella, el candidato político resulta ser el preferido en las elecciones.
Se despierta, entonces, el problema filosófico del ser y el parecer: ¿los candidatos políticos que dominan la técnica retórica son realmente excelentes o solo lo parecen?
La Escuela de Atenas, con Sócrates a la cabeza, se plantea el problema de tal manera que llegan a fundar una disciplina: la Ética.
Respecto al logro del bien humano, las técnicas son atractivas. Entrañan, no obstante, un riesgo: que aquella atracción —como los cantos de las sirenas que escuchaba Ulises, en su viaje— lleve a la perdición, y no al destino deseado. Las técnicas, lo reconoce la Escuela de Atenas, permiten lograr un bien relativo. Hay que aprender a ejercitarse en reconocer esa relatividad. Si se confunde el bien que ofrecen las técnicas: útil, inmediato, pero parcial; con el bien pleno, que ambiciona el ser humano; se podría terminar en un naufragio, como habría ocurrido si Ulises hubiera seguido, en su navegación, el atractivo canto de las sirenas, que llevaba a escollos destructores de la embarcación.
El problema del ser y parecer, de lo atractivo y lo auténtico, particularizado en el saber distinguir entre el bien relativo que ofrecen las técnicas y el bien pleno que busca la Ética, tiene permanente actualidad.
Ante la enseñanza de los sofistas, para lograr la excelencia humana dominando una determinada técnica, Sócrates y sus seguidores: Platón y Aristóteles, se abocan a la búsqueda de la excelencia humana integral, la areté, dando los primeros pasos para ir encontrando los fundamentos de la Ética, disciplina que se orienta a sugerir normas, a cada persona, para dirigirse a lograr el bien humano integral.
La lectura y atenta relectura de obras de Platón, como la Apología de Sócrates, descubre nuevos horizontes respecto a lo expresado en el párrafo anterior.
En la actualidad, la tecnología deslumbra, atrae con sus maravillosos productos de consumo. de igual manera, atraen las técnicas retóricas de hoy —enriquecidas con los recursos de la tecnología— que esgrimen las ideologías o el marketing.
Es preciso estar atento, respecto a aquellos atractivos, para valorarlos, y sopesarlos, desarrollando un criterio apropiado. Hay que cultivar la capacidad de juzgar qué es lo aparente y qué es lo real, que constituyen lo atractivo y lo auténtico, respectivamente. A esto invitan las obras de filósofos clásicos como Platón y Aristóteles, Cicerón o Séneca, que se proponen una inmersión racional en la realidad, encaminada a ir avizorando quiénes somos y adónde vamos en nuestra incesante búsqueda de la libertad, condición indispensable para alcanzar formas de vivir auténticamente satisfactorias.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.